Hay que estar ebrio siempre.
Todo reside en eso: ésta es la única cuestión.
Para no sentir el horrible peso del Tiempo
que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra,
hay que embriagarse sin descanso.
Pero, ¿de qué?
De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca.
Pero embriáguense.
Charles Baudelaire
El alcohol (vino, licor) es, probablemente, la sustancia espirituosa que más tiempo lleva acompañado al hombre en su andar por el mundo y en su labor de forjarlo. Su presencia ha moldeado instituciones religiosas, morales y sociales; es, así mismo, considerado un bien sacramental en muchas religiones (como la católica) y, aunque en algún momento de la historia reciente estuvo vetado, muchas de las prácticas (rituales culturales) de la sociedad contemporánea no serían entendibles si nunca se ha estado bajo su influencia. Una liberación automática es la promesa para quien lo ingiere, pues ofrece un escape contundente de la realidad; una catarsis trascendental.
El alcohol tampoco ha permanecido exento del quehacer artístico, sino todo lo contrario. La ebriedad ha sido un tema ampliamente tratado a lo largo de la historia del arte y la literatura. Y así lo demostró el escritor Tomás Mojarro en su charla del pasado 30 de septiembre.
Es posible sondear la presencia de la borrachera desde la tragedia (en Edipo Rey, de Sófocles) y la mitología griega (el mito de los lotófagos, en la Odisea de Homero y en varios escritos historiográficos de Heródoto), en la cosmogonía del Nuevo Mundo (el andar de Quetzalcóatl y el origen del pulque), sin dejar de lado a los autores del romanticismo (Baudelaire, el poeta con un acuerdo categórico con la ebriedad) y en las letras contemporáneas (el beatnik y la generación del desencanto).
Tomás Mojarro, escritor y agitador de consciencias (término con el que se autodenomina), lleva más de cuatro años ofreciendo estas charlas a manera de talleres de lectura, cada domingo a las 13 horas en El Juglar, Centro de Arte y Cultura. A continuación, un video grabado durante una de las muchas sesiones con las que cuenta el taller, que da cuenta de lo ameno de sus pronunciamientos y la entereza con que aborda las ideas.
A las sesiones del taller de lectura de Tomás Mojarro se llega, como cada domingo al mediodía, sorteando la resaca; ésa que, en palabras del mismo Valedor, es el tristísimo momento en que las luces y la escenografía del gran teatro que es la borrachera desaparecen para dejarnos ver un foro oscuro, con vestigios de cartón y cinta canela.
No hay comentarios:
Publicar un comentario