Chile en la década de 1960 vivía un clima político efervescente: eran los días de la salida del Partido Demócrata Cristiano del poder y del triunfo de la Unidad Popular de Salvador Allende; eran los días del movimiento de la Nueva Canción Chilena. Y una banda sería representativa de este resurgir de la música folclórica, cuyas letras estarían altamente influenciadas por el acontecer socio-político del Chile de aquellos años. Nos referimos a Quilapayún.
Quilapayún, banda fundada en 1965 por Julio Carrasco y Julio Numhauserr, que no viviría sus momentos de gloria creativa sino hasta el ingreso del cantautor Víctor Jara, quien llegaría a fungir como director artístico. Fue él quien le otorgaría ese brillo particular a sus letras y música, así como su distintivo carácter visual de ponchos negros y largas barbas.
El golpe de estado ocurriría y Víctor Jara, quien fuera un cercano colaborador de Salvador Allende (fue nombrado Embajador Cultural durante su gobierno), sería cobardemente asesinado por los golpistas. Pero su voz nunca fue callada.
El golpe de estado ocurriría y Víctor Jara, quien fuera un cercano colaborador de Salvador Allende (fue nombrado Embajador Cultural durante su gobierno), sería cobardemente asesinado por los golpistas. Pero su voz nunca fue callada.
El resto de los integrantes buscaría el exilio y, desde el viejo continente, harían notar su música más que nunca.
En aquellos días difíciles y oscuros en los que Chile se sumiría, una canción le devolvería la esperanza a su gente:
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